Historias de Patagonia: Las otras cautivas

Esteban Echeverría escribió “La Cautiva” y le otorgó un contenido poético a un calvario sufrido por hombres y mujeres al ser raptados por los indígenas de las diversas tribus que por entonces poblaban las pampas bonaerenses.

*Mario Novack 



Ejemplificó de ese modo una situación de padecimiento como ser sometido al cautiverio, esto es secuestrado de su medio y trasladado a las tolderías para ser la mujer de algún indio y servir a los mismos.



El marco introductorio del poeta y escritor así iniciaba su creación más difundida, cuando desgranaba en versos tal situación: 



“La tribu aleve, entretanto, 

allá en la pampa desierta, 

donde el cristiano atrevido 

jamás estampa la huella, 

ha reprimido del bruto 

la estrepitosa carrera; 

y campo tiene fecundo 

al pie de una loma extensa, 

lugar hermoso do a veces 

sus tolderías asienta. 



Feliz la maloca ha sido; 

rica y de estima la presa 

que arrebató a los cristianos: 

caballos, potros y yeguas, 

bienes que en su vida errante 

ella más que el oro aprecia; 

muchedumbre de cautivas, 

todas jóvenes y bellas. 



Sus caballos, en manadas, 

pacen la fragante yerba; 

y al lazo, algunos prendidos, 

a la pica, o la manea, 

de sus indolentes amos 

el grito de alarma esperan.”



Sometimiento anímico y tambiel sexual de parte de la cautiva blanca en manos de sus captores indios ha sido el acontecimiento descripto, también por otros autores. Muchos de ellos, la mayoría ha hecho hincapié en el descarnamiento de la planta de los pies en las mujeres raptadas, condición que ha perdurado hasta el presente en la historia que en muchos casos, como el presente, ha sido construida a partir de relatos épicos de la soldadesca en sus campañas hacia el denominada desierto lejano. 





Desde luego hay otra cara en la moneda de la historia, escasamente abordada y mucho menos reivindicada en medio de un atroz silencio, que no logró evitar que se fuese conociendo que hubo “cautivos” cuando los indios raptaban a hombres o mujeres.



La historia blanca y oficial define como “rehenes” a las mujeres y niños detenidos por tropas del Ejército sea en las distintas provincias o en las campañas sucesivas que se llevaron adelante continuando las que se habían emprendido en las épocas virreinales los colonizadores españoles.



Nada de esto es mencionado en los textos de historia a nivel educativo, insistiéndose en la figura del habitante originario como el causante de la barbarie, la destrucción y la muerte. Tampoco en las publicaciones académicas e históricas, situación que viene modificándose en los últimos tiempos.





Citaremos como un solo ejemplo la incursión sanguinaria del coronel Federico Rauch, militar alemán que llegó a nuestro país e inmediatamente se incorporó al Ejército Argentino encabezando por lo menos tres campañas al interior bonaerense, que se encontraba bajo el mando del general Martín Rodríguez en calidad de gobernador.



Su actuación y visión se cuentan como simbólicas en una de estas frases…” “Hoy, 18 de enero de 1828, para ahorrar balas, degollamos a 27 ranqueles”. Los partes militares emitidos desde los campamentos en campaña informaban acerca de la toma de cautivos indios y su remisión a los fortines. Desde allí, las mujeres y niños prisioneros serían trasladados a Buenos Aires, a disposición del gobierno. 





“ “Se pondrá a disposición del gobierno 142 chinas ( indias ), entre chicos y grandes. Diez, además de estas se han repartido según la relación que se adjunta por no tener madres que las cuidasen en el camino, al hacer a V.E. esta remesa no puedo menos de poner en su consideración que los jefes y oficiales de esta división, muchos de ellos desean tener alguno de los chinitos, y creyendo justa la solicitud la dirigjo a V.E. 



Como respuesta, el Ministerio de Guerra y Marina indicaba que las cautivas, indios y ganados debían ser conducidos y entregados al Comandante de la Guardia de Kaquel Huincul, quien debía disponer su marcha hacia la Capital. Con este fin, las cautivas e indios serían escoltados, previniendo al oficial conductor tomar la más estrecha responsabilidad, para que en ningún caso se desmembre o separe del convoy ninguno de los individuos, incluso los niños, pues todos sin excepción debían ser presentados al Gobierno. 



En 1826, las instrucciones del Ministerio de Guerra indicaban al jefe de la expedición que el gobierno esperaba que: “...todas las mujeres y niños, lo mismo que los ganados y caballadas, serán conducidas a disposición del gobierno”.



Las mujeres indias eran entregadas a las familias pudientes para el servicio doméstico en condiciones de esclavitud. Era si se quiere, la única raza que permanecía en esa condición, puesto que la Asamblea del año 1813 había determinado la libertad de vientres. Esto es…”quien nazca a partir de ahora nacerá libre”.



Pero son incontables las situaciones en las cuales ambos bandos utilizaban a sus prisioneros “cautivos” o “rehenes” para intercambio.  A partir del segundo gobierno de Rosas se estructuró una red de captación y distribución de cautivos blancos y prisioneros indios. La recepción de éstos se realizaba en algunos puntos específicos que se convirtieron en piezas clave de esta mecánica: el fuerte 25 de Mayo, San Miguel del Monte y, con una mayor centralidad, el fuerte de Bahía Blanca fundado en 1828. 



Desde esos diferentes puntos eran remitidos a la Chacarita de los Colegiales, en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, donde eran hospedados y mantenidos por el Estado.Hacia allí se dirigían sus parientes con la esperanza de reencontrarse con sus familiares.



En diciembre de 1835 una expedición contra el cacique Yanquetruz arroja una cifra de 263 mujeres prisioneras y “cuarenta y tantas” cautivas rescatadas. En el ataque de abril de 1836 al cacique borogano Cañuiquir, asentado en el Arroyo del Pescado, se rescataron 33 cristianos de ambos sexos y tomaron más de 600 personas de sus familias salvajes”. El cacique borogano recibió dos ataques más en los cuales, a pesar de la merma de población ya sufrida, se pudo rescatar a doce cautivos y tomar un centenar del resto de su chusma.





Esta cita es una de las tantas registradas en los enfrentamientos entre indios y blancos. Pero en los albores de la denominada “Campaña del Desierto”, se produjeron no solo raptos, sino lisa y llanamente “detenciones” de mujeres luego recluídas en diversas reparticiones, entre ellos el Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata, lugar donde muriera el cacique patagónico



Modesto Inacayal luego de ser apresado por tropas del Ejército, junto a integrantes de su tribu.



En 1884, la mapuche Foyel llegó al recién inaugurado Museo de Ciencias Naturales de la ciudad bonaerense de La Plata y pasó los últimos tres años de su vida allí, expuesta como una pieza viva ante los visitantes. Cuando murió, a los 33 años, hicieron lo mismo con sus huesos, su cuero cabelludo y su cerebro, informa Mar Centenera en la agencia Efe.



Inicialmente ella corrió la misma suerte que centenares de prisioneros indígenas y fue trasladada a la isla Martín García, ubicada en la desembocadura del río de La Plata. Hasta que el naturalista Francisco Pascasio Moreno, más conocido como Perito Moreno, la reclamó, junto a sus tíos -el cacique Inkayal y su esposa-, para su nuevo museo. "Las mujeres eran obligadas a tejer los tejidos que pasaban a estar exhibidos en las salas, a trabajar en el museo y eran piezas vivas", describe el coordinador del Grupo Universitario en Investigación en Antropología Social (Guíías), Fernando Pepe.



"Había pintores que los retrataban (a los indígenas), los obligaban a posar, antropólogos que los pesaban. Inakayal se negaba reiteradamente, ejercía una resistencia pasiva", continúa. El colectivo Guíías sostiene que al menos seis indígenas fallecieron en esta institución por causas desconocidas o enfermedades curables en ese momento, como la afección pulmonar que terminó con la vida de Foyel.



El ejemplo de Margarita Foyel es representativo de numerosa cantidad de mujeres que fueron sometidas a la esclavitud, hecho que claramente se demuestra cuando en los diarios de la época y ante la inminente llegada de un contingente de prisioneros se promocionaba “el reparto de indios”, como si constituyera una especie o una cosa mueble.



Por su parte, es interesante además, poner en discusión la existencia de “cautivas” de uno y otro bando, situación negada o poco difundida en la historia oficial de nuestro país.



 


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