Historias de Patagonia: Penal de Ushuaia,muerte y barbarie

“No se puede entender tanto sadismo, ya lo vimos en Río Gallegos, pero esto de Ushuaia supera todo lo conocido”. Así se refería el juez Germán Vidal al tomar conocimiento de los brutales castigos y torturas aplicados a los internos del Penal del Fin del Mundo.

*Mario Novack

 

Germán Vidal ya había tenido en sus manos los antecedentes de los tormentos aplicados a los reos de la Unidad 15 de Río Gallegos, en ocasión de coincidir con una epidemia de tuberculosis en el año 1913.

“Acabo de recibir el telegrama enviado por el doctor Kelly, médico de la cárcel, que me asegura que son atroces los tormentos y maltratos que suceden y que es de buen cristiano denunciarlo y actuar en consecuencia.”

El juez Vidal aceptó la denuncia y se propuso investigar en profundidad en una acción que traería repercusiones impensadas. Por entonces, el director del presidio era Adolfo Cernadas, un teniente primero retirado de la Armada Argentina denunciado, entre otros, por los presos políticos del radicalismo, que fueron enviados a ese presidio.

 Quien no se quedaba atrás era el director interino, el alcaide Carlos Faggioli, denunciado entre otros por el boxeador Eduardo Sturla. Señor juez, dijo el secretario, acá se presenta un ex recluso que viene a denunciar las atrocidades  que se cometen allí”

El juez Vidal asintió y luego de saludar al hombre comenzó a escuchar el relato, impactante, descarnado.  Decía Castello en su declaración “Provistos de cachiporras, confeccionadas con alambre trenzado y una bola de plomo en los extremos, los guardianes aplicaban bestiales palizas a los presos. A las cachiporras se agregaban como instrumentos de tortura, garrotes de leña, trozos de hierro y látigos, que destrozaban, fracturaban costillas, deshacían pulmones, provocando vómitos de sangre. A puntapiés se herniaban a los presos. Se retorcían testículos. 





Se pudo constatar que había una práctica habitual de sacar al preso “de su celda a medianoche y se le obligaba a desfilar entre dos hileras compactas de guardianes armados con cachiporras y palos; cada uno iba descargando furiosos golpes sobre las espaldas del infeliz; éste se deshacía en gritos y llantos, dando tumbos de un lado para otro, corrido siempre por los golpes, forcejeaba inútilmente por escapar del terrible suplicio hasta que caía sin sentido”.

También se detectaron actos de un alto grado de “refinamiento morboso” y “sádico. En el castigo no sólo iba la intención de anonadar a golpes la víctima elegida, El goce mayor de esos esbirros estaba en las horas de terrible angustia, de terror espantoso que hacían vivir a los presidiarios que desde sus celdas, inermes en su encierro, debían escuchar a la fuerza los gritos y quejidos de los flagelados, a la par que las risotadas y denuestos de los verdugos”.

Manuel Ramirez, diputado socialista encarcelado allí escribió un libro titulado “La Ergástula  del Sur” donde consideró que estos maltratos extremos “podría explicar los suicidios, los "accidentes", los tuberculosos, los idiotizados y locos que abundan en la historia del presidio de Ushuaia”.  Uno de los casos de tortura más aberrante fue cometida contra el ex boxeador Eduardo Sturla, condenado a reclusión perpetua por el asesinato de su cuñada, una menor de 14 años.

Dramático y esclarecedor es el relato del púgil, otrora una destacada figura del boxeo argentino, entrevistado por la revista “Caras y Caretas”. En marzo de 1933 el periodista Soiza Reilly entrevistó a Sturla en el buque que lo trasladaba a Buenos Aires para ser examinado por los médicos de los tribunales, brindándonos este estremecedor y tremendo drama que nos llega casi un siglo después de sucedido...





Soiza Reilly dialoga con Sturla, quien desde los 25 años está condenado a transcurrir sus días entre los espeluznantes, grises y húmedos muros de la cárcel del fin del mundo. Es el penado Nº 184. "R.C." dice su uniforme a rayas ("Reclusión Perpetua"). La entrevista se da en el marco de su traslado en buque desde el Penal hacia Buenos Aires "para ser examinado por los médicos de los tribunales", dado que el año anterior había denunciado maltratos y falta de atención médica al director del Presidio, Carlos Faggioli; "quien en horas de la noche suele presentarse armado de revólver en la celda, diciéndole que lo va a matar a balazos"



EL DRAMA DEL BOXEADOR STURLA



Los aficionados al deporte no han olvidado todavía la gallarda silueta del

boxeador Eduardo Sturla. Su fuerza, su elegancia, su habilidad en el arte del boxeo, le conquistaron con frecuencia el honor de las grandes ovaciones. Viéndolo ahora, no parece el mismo. Una horrible tragedia lo ha metido para siempre en la cárcel. En su uniforme de penado, ostenta las dos letras fatales:

— R. P.

Le pregunto:

-¿Esas dos iniciales significan Reclusión Perpetua?

-Sí señor. Pero también quieren decir: Requiescan in Pace.



Da pena, en realidad, ver a este hombre joven, inteligente, destrozado por el infortunio.

Acaba de cumplir de 29 años de edad y ya está condenado a morir sin perdón entre los muros del presidio.

Cometió su crimen pasional hace cuatro años, cuando recién empezaba a ser hombre.

Antes había sido un buen hijo, un buen padre, un buen esposo.

Todo cuanto ganaba era para los suyos.



-Fue un crimen, lo confieso -me dice Sturla- pero yo estaba loco de pasión. Era un hombre juvenil, ardiente, incapaz de contener los arrebatos de mi naturaleza. He cometido un crimen espantoso. Lo sé. He asesinado a un ángel...



Llora como un niño. Evoca, entre medias palabras, su odisea. Es un drama extraño, digno de ser escrito por un psicólogo que también fuera artista. Shakespeare hubiera hecho con su argumento una tragedia lírica.



Siendo muchacho, Sturla se enamoró de una mujer. Era una niña deliciosa. Cándida. Muy suave... Se casó con ella. Pero la niña tenía una hermanita tan parecida a ella, tan igual en el físico y en el alma, que muchas personas solían preguntar «¿son mellizas?»... Sturla, enamorado de su propia mujer, sufrió el hechizo de aquella semejanza. Apasionado por las dos, enloqueció de rabia cuando supo que su cuñadita tenía un novio.



-¡No quiero que te cases!

-¿Con qué derecho me lo vas a prohibir? ¡Yo lo amo!- respondió la niña.

Sturla la mató.

-La maté -afirma- como si hubiera asesinado a mi propia mujer: ¡por amor!



EL AMOR



Sus jueces lo condenaron a cadena perpetua. Sin embargo, además del atenuante pasional, existía otro, de carácter sencillamente patológico.

Habla Sturla:

-Cometí el crimen bajo una fiebre de locura alucinante. Yo no estaba en mi juicio. Le diré por qué: en aquellos días yo había servido de «sparring» a los boxeadores Campolo y Monte Munn. Durante el entrenamiento, los dos me tiraron golpes a la cabeza que me dejaron atontado. Mc Carty, que estaba presente, puede atestiguar si es verdad lo que digo... En esas condiciones fui a mi casa. Con los dolores y ruidos que sentía repercutir en el cerebro, procedí como un ebrio. ¡La culpa fué del box! ¡Sólo Dios sabe cuánto me arrepiento, sobre todo por la pobre y virtuosa madre que llora a su hija; por mi noble mujercita que, a pesar de mi infamia, me perdona y me quiere con una abnegación maravillosa, y por mi hijito que nunca tendrá padre. ¡Prefiero que me fusilen antes que permanecer toda la vida preso! Prefiero la silla eléctrica antes que vivir en la cárcel de Ushuaia.



Para calmar su llanto, le pregunto:

-¿Por qué no pensó en todas estas cosas antes de matar a la pobre muchacha?

Me responde esta frase estupenda:

-Si antes de matarla yo me hubiera puesto a pensar en estas cosas, no hubiese estado enamorado de ella..."

Juan José Soiza Reilly



Caras y Caretas del 25 de marzo de 1933

Las actuaciones judiciales tramitadas en Río Gallegos, culminaron con sentencias a el alcaide, al sub alcaide y 19 guardia cárceles a penas que en promedio llegaban a los dos años de reclusión, confirmadas luego por la Cámara Federal, en La Plata .

Sin embargo, al director del penal Adolfo Cernadas que se atrincheró e ignoró la decisión judicial que pedía su encarcelamiento, la causa le fue cerrada en forma rápida sin ningún tipo de sanción.

Hubo en el medio, atrincheramiento en las instalaciones de la cárcel por parte de Cernadas y posterior rendición a bordo de su lujoso automóvil, antes de ser trasladado a Río Gallegos, de quien los historiadores lo destacan como uno de los más funestos personajes que dirigiera la Unidad Penal.





 


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